Antonio Vega (Madrid, 1957-2009) es uno de esos extraños genios que surgen muy de vez en cuando portando un magnetismo personal que compite con la excelencia de su obra. Dotado de un don natural para componer canciones hermosas y delicadas, algunas erigidas en himnos generacionales, su recuerdo está marcado por los reflejos oscuros que desprendía su figura, arquetipo del antihéroe atormentado por las drogas. Objeto de adoración y lástima a partes iguales, incluso tras su muerte le persigue la controversia.
El próximo viernes se estrena la película-documental Antonio Vega. Tu voz entre otras mil, que traza un recorrido por la vida del cantante, desde su infancia hasta sus últimos días, a través de los testimonios de quienes le trataron y de multitud de documentos audiovisuales del artista, la mayoría inéditos. La cinta, de dos horas de duración, permite descubrir al Antonio más íntimo y personal y saciará la curiosidad de su legión de seguidores por conocer a su ídolo por dentro, pero la visión que ofrece de su relación con la heroína no ha gustado a su familia, que ha considerado la obra un mero relato de las andanzas de un drogadicto, y no el retrato de un artista sin igual.
Los vídeos domésticos del joven Antonio y sus confesiones descarnadas al final de su vida son dos de las grandes revelaciones de la película. La otra la aportan las personas que le trataron de cerca, muchas de las cuales hablan ahora sobre Vega ante de una cámara por primera vez.
A través de esas voces, el documental va componiendo un retrato poliédrico del personaje. Teresa Lloret, su primera mujer, que estuvo a su lado 18 años, recuerda las noches en vela, “resistiéndose a dormir para seguir sacando y sacando de su interior, sin parar de crear”. Su madre justifica la debilidad que sintió siempre hacia él “porque fue el que más me costó sacar adelante”. Nacho Béjar, músico y amigo de Antonio, destaca la impronta que desprendía: “Tenía algo que te movía a mimarlo y cuidarlo”.
Las grandes canciones de Vega ponen banda sonora a la película y acentúan el tono emocional que tiene el viaje por su mundo interior que propone la cinta. El músico revela secretos sobre la factura de algunas de sus grandes temas, como El sitio de mi recreo, que escribió una tarde del tirón. En otro momento, amigos y familiares se quedan sin aclarar si La chica de ayer realmente existió o era una metáfora más de su rico universo lírico.
Del adolescente loco por el alpinismo al cincuentón aficionado a la astronomía y la física cuántica, el documental se detiene en todas las luces, sombras, fobias y obsesiones de un artista dotado de una creatividad desbordante que confiesa en un momento: “A veces siento que el mundo se me queda pequeño”. Aunque atendiendo a la evolución de su rostro, la cinta es también el relato de la destrucción de una persona. Curiosamente, no acabó matando la droga, sino un cáncer.
Al parecer, en el entorno de Vega han molestado especialmente ciertas imágenes, como las de los poblados del extrarradio de Madrid donde se cuenta que Antonio iba a buscar droga. “La película no es escabrosa. Si hubiera querido ahondar en el morbo, podría haber usado muchas grabaciones que por respeto eliminé”, se defiende la realizadora, y se pregunta: “¿Alguien se imagina una película sobre Antonio Vega que no toque el tema de la droga?”.